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Vivencias personales de un peregrino en el Camino de Santiago. Consiguiendo poco a poco los sellos en la credencial para conseguir la compostela en Santiago de Compostela.

Sahagún-Reliegos

Sahagún-Reliegos

Dejo el albergue a la hora habitual. Hoy no tengo plátano, pero si me como las avellanas.







Voy haciendo fotos, y mi ritmo no es muy alto. Pasa una hora y no he llegado a los cinco km. Incremento un poco el ritmo, hoy toca hacer 31 km, y si no, se hará muy largo.

Sobre las 8.30h veo que Pablo me ha enviado un mensaje de voz por whatsapp. Me dice que está saliendo del Burgo Ranero (bueno, el ha cambiado la n por una m, no se si expresamente), que se ha dormido, que está un poco jodido de la rodilla y que quizás lo pillo. Es complicado, ya que está a 13 km de donde yo dormiré hoy. Que a ver si nos vemos, “que ese blog necesita otra vez la presencia de este vasco, que por fin ya me lo he leído y está muy guapo”

Será difícil volver a coincidir, pero estoy por crear una seccion en el blog, titulada algo así como “por donde va Pablo” con la información que me pasa todas las mañanas.

A los 10 km llego a Bercianos. Dudo si parar a desayunar, pero finalmente prefiero continuar. Se camina mejor con el fresco.







A las 10 en punto llego al Burgo Ranero, después de 18 km de caminata. Voy por la calle principal cuando oigo una voz muy bonita, cantando. No soy capaz de saber de donde viene. Al poco noto también los acordes de una guitarra. Parece que vienen del bar, al que entro. Es una chica que luego sabré que se llama Ged y es irlandesa. Canta muy bien. Es una peregrina, que estaba desayunando en el bar, y se ha arrancado a tocar la guitarra del bar, colgada en la pared. Hay otros cuatro peregrinos en el bar, todos con el móvil en la mano, grabándola.







Luego coge la guitarra Andrew, irlandés como ella, y también se pone a cantar. Espectacular. Todos los clientes del bar, y el camarero, estamos emocionados. Me explican que antes de que llegara yo, Ged había tocado el violín. Está en el lavabo, cuando vuelve, alguien le pide si puede volver a tocarlo y no tarda nada en coger su instrumento, que le acompaña todo el camino. Lo hace muy bien. Se nota la emoción en el ambiente. Les quiero invitar a tomar algo pero me dicen que acaban de desayunar. Al final me aceptan una torrija, para probarla, y la comparten. Andrew me dice que pensaba que en el camino se adelgazaría. Pero que cada día desayuna en el albergue, a mitad de camino para y desayuna otra vez, al llegar a destino hace un menú peregrino y por la noche, cena de tapas. Dice que así es imposible, mientras prueba la torrija, que le encanta.

Me preparo para acometer los últimos 13 kilómetros del día. No hay ningún otro pueblo donde parar. Me vuelve a pasar lo mismo que el otro día. Mi reloj marca 31 km, pero no veo ningún pueblo en el horizonte. Al final aparece, tras un par de curvas, escondido en una depresión.

No hay camino hacia la felicidad. La felicidad es el camino.

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